La biología define a la biodiversidad como la variedad
y variabilidad de los seres vivos y de los ecosistemas que éstos integran. Dentro de la
diversidad biológica podemos encontrar tres niveles de componentes: el de los genes, que
constituyen las bases moleculares de la herencia; el de las especies, que son conjuntos de
organismos afines capaces de reproducirse; y el de los ecosistemas, que dan origen a
complejos funcionales formados por organismos y el medio físico en el cual habitan.
Debemos entender que las especies son la herramienta
científica más utilizada para medir la biodiversidad y la primera en definir políticas
de conservación. Debido a esto, resulta más que importante conocer las especies que
habitan nuestro entorno y ubicarlas en un marco clasificatorio fundado en hipótesis
científicas. Sin embargo, no todas las especies que existen son conocidas. La mayoría de
los biólogos coinciden en suponer que los números de las especies conocidas sólo
indican una pequeña fracción del total de los seres vivos que habitan el planeta. Si se
plantea la hipótesis de que sólo 10 millones de especies habitan la Tierra, se llegaría
a la conclusión que la ciencia conoce sólo el 15% de las especies vivas.
En la actualidad, se tienen inventariadas 1,4 millones de especies vivientes: 250.000
corresponden a plantas vasculares y musgos, 40.000 a vertebrados, 750.000 a insectos y el
resto a los demás invertebrados, los hongos y microorganismos.
En todo el mundo, el ser humano modifica las áreas naturales para satisfacer sus
necesidades de servicios y bienes. Esta es la principal causa de la pérdida de
biodiversidad. El hombre esta enfrentando dos serios problemas: la falta de conocimiento
científico sobre la totalidad de los seres vivos y la extinción masiva de especies.
Estos problemas están relacionados y cualquier solución de los mismos debe basarse
conjuntamente en generar nuevos conocimientos y forjar una nueva relación con el mundo
natural. La extinción o pérdida de una especie es un fenómeno natural que ocurre y ha
sucedido con frecuencia en la historia de la vida, ahora si a ese proceso le aunamos el
progreso tecnológico, la contaminación y la pérdida de productividad tanto de suelos
como de cuerpos de aguas, la sobreexplotación y la competencia con flora y fauna
foránea... La extinción se potencia. Si calculamos la tasa de extinción de este
momento, basándonos en los números de especies por área, teniendo en cuenta la pérdida
de bosques tropicales (aproximadamente 1/3 en los últimos 40 años), se extinguen 50.000
especies por año (sólo 7.000 de ellas conocidas). Esto representa 10.000 veces la tasa
natural de extinción y significa un 5% del total de especies por década. De mantenerse
estos números, a fines del siglo XXI habrán desaparecido dos tercios de las especies de
la Tierra.
Para modificar o intentar resolver estos problemas es necesario tomar al toro por las
astas e implementar las siguientes acciones:
- Garantizar la conservación y el uso sustentable de la biodiversidad. -Jerarquizar
las dependencias gubernamentales.
- Establecer políticas que permitan un ordenamiento del uso del suelo.
- Llevar adelante una fiscalización que brinde garantías para planificar a largo plazo.
- Priorizar líneas de investigación que permitan conocer el patrimonio natural.
El conocimiento sobre la biodiversidad de especies en la Argentina es muy dispar.
Comparándola con el resto de América Latina, la flora es uno de los grupos mejor
relevados. Sin embargo quedan muchas especies por descubrir, a lo que se suma el
permanente cambio de ubicación taxonómica. Podemos tomar como ejemplo, los dos clásicos
palos borrachos, el samohú del nordeste y el yuchán, ahora están siendo postulados como
una sola especie de amplia distribución.
En
cuanto a la fauna, también queda mucho camino por recorrer. Es notable el descubrimiento
de nuevas especies para la ciencia, inclusive de vertebrados. Famosos son los casos del
chancho quimilero, un pecarí del tamaño de una oveja, y el macá tobiano, un ave
zambullidora. Ambos pasaron inadvertidos hasta la década del 70. Y más aún, desde el
2003 contamos con una nueva especie de lagartija. Se deben agregar los continuos registros
de aves que si bien pueden indicar ampliaciones de sus distribuciones, en gran parte se
deben al desparejo conocimiento de algunas localidades.
La biodiversidad de especie en la Argentina es fácilmente imaginable si observamos su
geografía. Es uno de los países más extensos de la región, y en el cual se pueden
diferenciar 18 ecorregiones. Paisajes muy diversos se encuentran en un gradiente que va
desde la Cordillera de los Andes hasta el mar, sobre una gama de diferentes tipos de
relieves, suelos y clima. Algunas de estas ecorregiones son exclusivas, como las del
monte, Otras, las comparte con países vecinos, como los pastizales pampeanos con Uruguay,
y el bosque patagonico con Chile. Tres de las más biodiversas de Sudamérica -la selva
misionera, la yungas y el chaco- tienen su límite austral en el país. No podemos
olvidarnos del extenso litoral marítimo que suma su particular material biológico.
Es debido a esto que, a pesar de no contar con ambientes tropicales, alberga una
amplísima variedad de especies. No hay que sorprenderse si se observan representantes de
grupos exclusivamente americanos, como el cactus; ni muchos de los neotropicales, como las
bromelias, los picaflores, los osos hormigueros y los armadillos. Y de endemismos
sudamericanos como las chuñas y los ñandúes.
La presencia de grupos completos de la fauna mayor de América del Sur puede ayudar a
comprender esta diversidad ambiental. La Argentina es el único país que cuenta con los
diez felinos sudamericanos.
La perdida de biodiversidad en el país contabiliza sólo dos especies a nivel mundial:
el zorro-lobo de las islas Malvinas y el guacamayo violáceo, a las que podría sumare la
lagartija de los exploradores; y unas diez presumiblemente desaparecidas, pero con
poblaciones en el resto del continente, como el lobo gargantilla y el chorlo polar.
La lista de especies amenazadas, en cambio, marcan un alerta: 529 animales y 240
plantas. Encabezan la nómina las más sensibles a los cambios en sus hábitats, las de
grandes requerimientos territoriales, las de valor comercial, y las de distribuciones
restringidas. Muchas con poblaciones pequeñas, habitan ambientes deteriorados y están
maltrechas por un sin fin de amenazas.
Sin duda, el futuro juzgará a este presente y lo recordará, entre otras cosas, por
los progresos científicos y tecnológicos, pero será importante un gran esfuerzo para
lograr que nos recuerde por negarnos a destruir la vida de la Tierra y con ello, haber
hecho posible ese futuro.
Cristian Frers
Técnico Superior en
Gestión Ambiental
Técnico Superior en Comunicación Social
cristianfrers@hotmail.com
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