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Columna de Opinión
Escribe: CRISTIAN FRERS

Argentina: tesoro
natural amenazado

>  Jueves 10 de febrero de 2005


La biología define a la biodiversidad como la variedad y variabilidad de los seres vivos y de los ecosistemas que éstos integran. Dentro de la diversidad biológica podemos encontrar tres niveles de componentes: el de los genes, que constituyen las bases moleculares de la herencia; el de las especies, que son conjuntos de organismos afines capaces de reproducirse; y el de los ecosistemas, que dan origen a complejos funcionales formados por organismos y el medio físico en el cual habitan.

Debemos entender que las especies son la herramienta científica más utilizada para medir la biodiversidad y la primera en definir políticas de conservación. Debido a esto, resulta más que importante conocer las especies que habitan nuestro entorno y ubicarlas en un marco clasificatorio fundado en hipótesis científicas. Sin embargo, no todas las especies que existen son conocidas. La mayoría de los biólogos coinciden en suponer que los números de las especies conocidas sólo indican una pequeña fracción del total de los seres vivos que habitan el planeta. Si se plantea la hipótesis de que sólo 10 millones de especies habitan la Tierra, se llegaría a la conclusión que la ciencia conoce sólo el 15% de las especies vivas.

En la actualidad, se tienen inventariadas 1,4 millones de especies vivientes: 250.000 corresponden a plantas vasculares y musgos, 40.000 a vertebrados, 750.000 a insectos y el resto a los demás invertebrados, los hongos y microorganismos.

En todo el mundo, el ser humano modifica las áreas naturales para satisfacer sus necesidades de servicios y bienes. Esta es la principal causa de la pérdida de biodiversidad. El hombre esta enfrentando dos serios problemas: la falta de conocimiento científico sobre la totalidad de los seres vivos y la extinción masiva de especies. Estos problemas están relacionados y cualquier solución de los mismos debe basarse conjuntamente en generar nuevos conocimientos y forjar una nueva relación con el mundo natural. La extinción o pérdida de una especie es un fenómeno natural que ocurre y ha sucedido con frecuencia en la historia de la vida, ahora si a ese proceso le aunamos el progreso tecnológico, la contaminación y la pérdida de productividad tanto de suelos como de cuerpos de aguas, la sobreexplotación y la competencia con flora y fauna foránea... La extinción se potencia. Si calculamos la tasa de extinción de este momento, basándonos en los números de especies por área, teniendo en cuenta la pérdida de bosques tropicales (aproximadamente 1/3 en los últimos 40 años), se extinguen 50.000 especies por año (sólo 7.000 de ellas conocidas). Esto representa 10.000 veces la tasa natural de extinción y significa un 5% del total de especies por década. De mantenerse estos números, a fines del siglo XXI habrán desaparecido dos tercios de las especies de la Tierra.

Para modificar o intentar resolver estos problemas es necesario tomar al toro por las astas e implementar las siguientes acciones:

- Garantizar la conservación y el uso sustentable de la biodiversidad. -Jerarquizar las dependencias gubernamentales.
- Establecer políticas que permitan un ordenamiento del uso del suelo.
- Llevar adelante una fiscalización que brinde garantías para planificar a largo plazo.
- Priorizar líneas de investigación que permitan conocer el patrimonio natural.

El conocimiento sobre la biodiversidad de especies en la Argentina es muy dispar. Comparándola con el resto de América Latina, la flora es uno de los grupos mejor relevados. Sin embargo quedan muchas especies por descubrir, a lo que se suma el permanente cambio de ubicación taxonómica. Podemos tomar como ejemplo, los dos clásicos palos borrachos, el samohú del nordeste y el yuchán, ahora están siendo postulados como una sola especie de amplia distribución.

En cuanto a la fauna, también queda mucho camino por recorrer. Es notable el descubrimiento de nuevas especies para la ciencia, inclusive de vertebrados. Famosos son los casos del chancho quimilero, un pecarí del tamaño de una oveja, y el macá tobiano, un ave zambullidora. Ambos pasaron inadvertidos hasta la década del 70. Y más aún, desde el 2003 contamos con una nueva especie de lagartija. Se deben agregar los continuos registros de aves que si bien pueden indicar ampliaciones de sus distribuciones, en gran parte se deben al desparejo conocimiento de algunas localidades.

La biodiversidad de especie en la Argentina es fácilmente imaginable si observamos su geografía. Es uno de los países más extensos de la región, y en el cual se pueden diferenciar 18 ecorregiones. Paisajes muy diversos se encuentran en un gradiente que va desde la Cordillera de los Andes hasta el mar, sobre una gama de diferentes tipos de relieves, suelos y clima. Algunas de estas ecorregiones son exclusivas, como las del monte, Otras, las comparte con países vecinos, como los pastizales pampeanos con Uruguay, y el bosque patagonico con Chile. Tres de las más biodiversas de Sudamérica -la selva misionera, la yungas y el chaco- tienen su límite austral en el país. No podemos olvidarnos del extenso litoral marítimo que suma su particular material biológico.

Es debido a esto que, a pesar de no contar con ambientes tropicales, alberga una amplísima variedad de especies. No hay que sorprenderse si se observan representantes de grupos exclusivamente americanos, como el cactus; ni muchos de los neotropicales, como las bromelias, los picaflores, los osos hormigueros y los armadillos. Y de endemismos sudamericanos como las chuñas y los ñandúes.

La presencia de grupos completos de la fauna mayor de América del Sur puede ayudar a comprender esta diversidad ambiental. La Argentina es el único país que cuenta con los diez felinos sudamericanos.

La perdida de biodiversidad en el país contabiliza sólo dos especies a nivel mundial: el zorro-lobo de las islas Malvinas y el guacamayo violáceo, a las que podría sumare la lagartija de los exploradores; y unas diez presumiblemente desaparecidas, pero con poblaciones en el resto del continente, como el lobo gargantilla y el chorlo polar.

La lista de especies amenazadas, en cambio, marcan un alerta: 529 animales y 240 plantas. Encabezan la nómina las más sensibles a los cambios en sus hábitats, las de grandes requerimientos territoriales, las de valor comercial, y las de distribuciones restringidas. Muchas con poblaciones pequeñas, habitan ambientes deteriorados y están maltrechas por un sin fin de amenazas.

Sin duda, el futuro juzgará a este presente y lo recordará, entre otras cosas, por los progresos científicos y tecnológicos, pero será importante un gran esfuerzo para lograr que nos recuerde por negarnos a destruir la vida de la Tierra y con ello, haber hecho posible ese futuro.

Cristian Frers
Técnico Superior en Gestión Ambiental
Técnico Superior en Comunicación Social
cristianfrers@hotmail.com

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