"Los
heridos que nos traían tenían un aspecto horrible. Sus chamuscadas cabelleras estaban
enrizadas,
las ropas desechas, las partes de piel que quedaban al descubierto casi por completo
quemadas,
las heridas terriblemente sucias. La mayoría estaba tan desfigurada por las incontables
astillas
de vidrio y de madera y/o partículas de hierro que se habían incrustados en las caras y
espaldas,
que resultaba casi imposible reconocerlos como humanos. El tamaño de los vidrios oscilaba
entre
el de un grano de arena y el de la yema del pulgar. Más tarde, al practicar
auscultaciones con estetoscopios descubrimos que a algunos pacientes les habían penetrado
partículas de vidrio en los pulmones que
crujían al respirar. Los trocitos de madera eran de materiales de construcción o de
ramas verdes.
En un caso observamos como una ramita muy tierna y blanda había perforado el cráneo de
tal forma que las hojas colgaban afuera como un adorno de sombrero para damas"
(Testimonio de los médicos japoneses
Dres. Masao Schiocuki, Ori Nohuo Kusano y Di Sugi Jamamoto, en su libro "No podemos
Callar")
PEORES QUE
GENGIS KHAN
El 8 de agosto de
1945 Radio Tokio pasaba la siguiente información:
Las
autoridades de Hiroshima, ocupadas en la tarea de establecer un primer orden en el caos
que produjo la nueva bomba enemiga, de origen desconocido, que explotó el lunes a la
mañana, no están aún en condiciones de estimar la magnitud de las pérdidas ocasionadas
entre la población civil de la cuidad. Grupos sanitarios traídos de localidades vecinas
no podían distinguir a los muertos de los heridos, ni qué hablar de identificarlos. El
efecto de la bomba fue tan terrible que prácticamente todo ser vivo, humano y animal, fue
literalmente carbonizado en el inmenso calor producido por la explosión.
Muertos y
heridos estaban quemados hasta tal punto que era imposible reconocerlos. Todos los
edificios quedaron destrozados, lógicamente también los puestos sanitarios y hospitales
de modo que la labor de ayuda y rescate crecía hasta el agotamiento. La bomba había
destruído todo dentro de un amplio radio. Quien en el momento de la explosión estaba en
la calle fue quemado por completo, la gente en las casas murió por la gigantesca presión
y el calor."
"Los métodos utilizados
por los EE.UU. de Norteamérica contra el Japón fueron, en lo que a crueldad se refieren,
peores que los del Gengis Khan.
El publicista
británico F. J. P. Veale relata en su obra Hacia la
Barbarie (Wiesbaden, 1962, página 318) respecto del tema de la bomba
atómica:
La última
duda que podía haber quedado sobre la pregunta de que si efectivamente el
presidente Truman había ordenado el lanzamiento de la bomba atómica en conocimiento de
los repetidos ofrecimientos japoneses de rendición, puede quedar ahora
definitivamente aclarada.
El historiador
norteamericano Henry Elmer Barnes publicó ya en 1958 en el National Review un artículo
titulado Ataque a un enemigo vencido, donde relata que el
presidente Truman contestó que efectivamente tenía conocimiento de los deseos de paz de
los japoneses, también de la falta de necesidad de continuar con cualquier acción
militar adicional, y de las buenas posibilidades existentes para la conclusión inmediata
de un tratado de paz".
"El
lanzamiento de la primera bomba atómica al fin de cuentas fue sencillamente una
vivisección donde los habitantes de Hiroshima jugaron el papel que en los experimentos
científicos tienen los conejillos de indias.
HIROSHIMA
Desde la tarde del 5
de agosto, un artefacto negro con forma de cachalote, de un poco más de 3 metros de largo
y con un peso de alrededor de 4 mil kilos estaba instalado en el receptáculo de las
bombas del avión B-29 (superfortaleza volante) Enola Gay (nombre de la
madre del comandante, coronel Paul W. Tibbetts). A la 1:37, desde la
pista del aeropuerto de Tiniam en las Islas Marianas (entre Australia y el Japón),
partían los primeros 3 B-29 equipados para una precisa observación meteorológica de 3
posibles objetivos: Hiroshima, Nagasaki y Kokura.
Al mando del avión
que efectuaría el reconocimiento sobre Hiroshima, el Straght Flush, se encontraba el
mayor Claude Eatherly. Trastornado por pesadillas y remordimientos después del
fin de la guerra intentó suicidarse y fue internado durante mucho tiempo en el hospital
psiquiátrico militar de Waco. La correspondencia que desde allí sostuvo con el
filósofo austríaco Gunther Anders constituye uno de los tantos
documentos que las generaciones posteriores a Hiroshima no deben ignorar, junto con el Diario
del Dr. Hachiga, director del único hospital que quedó en pie en la ciudad
japonesa.
A las 6:40 el Enola
Gay había alcanzado una altura de 10.000 metros y enfiló hacia Hiroshima.
A las 7:09 Eatherly sobrevoló la ciudad católica del Japón
y después de pocos minutos informó que la visibilidad era perfecta.
En Hiroshima era un
bello día de verano. La gente se preparaba para ir a trabajar, los niños para ir a la
escuela. A las 8:09 el comandante Tibbetts ordenó prepararse para el
ataque. Tom Ferebee, el artillero, distinguía ya las distintas zonas de
la cuidad y con una mira encuadró el blanco: un puente en la confluencia de dos ríos.
A las 8:15 se
abrieron las compuertas y la bomba inició su descenso, mientras el avión bajaba en
picada, realizaba un viraje y se alejaba. Cuarenta y tres segundos después, la bomba
atómica golpeó en tierra. Desde el avión se observó una bola de fuego, de un radio de
por lo menos 800 metros que se transformó en un hongo aún más grande, de
un ancho de 5 kilómetros, constituído por un humo negro denso.
A las 8:16, en
un radio de 7 kilómetros cuadrados, toda forma de vida había sido eliminada. Lo
que antes había sido un sitio de la ciudad ahora era un enorme crematorio. Había
comenzado la era atómica con una matanza apocalíptica.
A bordo del Enola
Gay el copiloto Robert Lewis dijo: "¡Dios mío, que
hemos hecho!" Un fulgor terrorífico envolvió a la ciudad, prendiendo un
gigantesco incendio que se propagó en segundos.
Los
tranvías se detuvieron llenos de pasajeros calcinados y sentados en su sitio, o apretados
en las plataformas. Un viento con fuerza de 1200 kilómetros por hora se levantó
haciendo caer las paredes en un radio de 1500 metros y arrancando las ventanas hasta a 12
kilómetros del punto cero. Un ciclón de fuego semejante a los que habían
encendido los centenares de bombardeos de Dresden, Hamburgo y Tokio surgió durante 6
horas.
Inmediatamente se
notaron extraños fenómenos en los sobrevivientes: vómitos, diarreas de
extremada violencia y abundancia de pequeñas hemorragias en la boca y el cuello. Muchas
víctimas que manifestaban estos síntomas estaban agonizando.
El balance que se
establecerá más tarde será de 78.150 muertos, 9.284 heridos graves y 13.938
desaparecidos. Éstas cifras no toman en cuenta a los militares que eran
40.000, de los cuales la mitad fue víctima de la explosión. El cuartel general
del II ejército, sede del mando territorial, la academia y el hospital militar fueron
aniquilados. Por otra parte este cálculo no tiene en cuenta - ni podrá tenerlo - a la decena
de miles de víctimas que la explosión provocó en los años sucesivos.
¿Qué sucedió en
Hiroshima, en el agujero del infierno? Los testimonios reunidos fueron numerosos, pero
pocos de ellos estaban en situación de darnos una idea del cataclismo provocado por la
explosión atómica.
El
calor emanado del relámpago de luz fundió el granito de la tierra en un radio de al
menos 1 kilómetro desde el punto cero. Según los científicos este calor debió
subir a 300.000 grados centígrados. Este fuego tuvo una duración máxima de una
fracción de segundo, aunque el calor siguió siendo insoportable y letal. Su efecto más
notable fue la destrucción total. En un radio de al menos tres kilómetros, en una
fracción de segundo, todo se derrumbó.
NAGASAKI
|
Desoladora
panorámica de la ciudad de Nagasaki después de la bomba. Extrañamente una de las pocas
edificaciones que quedó parcialmente en pie, fue su Iglesia principal. Hiroshima y
Nagasaki eran las únicas ciudades católica del Japón |
La noche del 8 al 9
de agosto transcurrió en la capital nipona, lúgubre como una pesadilla. La ruptura de la
Alianza Ruso-Japonesa por decisión de la U.R.S.S. constituía un golpe mortal para el
Japón. En las primeras horas del 9 de agosto un B-29 que llevaba pintado en el morro el
incongruente nombre de Bocks Car (literalmente el coche de
Bock, pero fonéticamente igual a box car, vagón de mercancía cerrada)
se dirigía hacia el Japón. Era un bombardeo del 99º Grupo y lleva a bordo otra bomba
atómica realizada con un procedimiento distinto al de la lanzada sobre Hiroshima, pero de
potencia análoga.
El objetivo,
o sea la ciudad, no se determinó sino hasta último momento ya que la elección de la
misma dependía de una alternativa dramática: la situación meteorológica. Nagasaki y
Kokura dependían de la suerte de la naturaleza.
Pronto el bombardeo
llegó al cielo de Kokura. La ciudad se destacó nítida a los ojos de la tripulación del
Bocks Car que la vio surgir en medio de un mar de verdor. El comandante, Charles
Sweeney había ordenado activar la bomba y la tripulación se había puesto las
gafas herméticas, cuando el apuntador indicó que no podía soltar el ingenio atómico.
No se puede apuntar por la mira. La conclusión a la que llegaron era que no
podían perder más tiempo. Sweeney ordenó virar hacia Nagasaki. Una nube había salvado
a Kokura y había hecho caer la balanza del destino del lado de Nagasaki.
Un minuto después
de las 12:00 el ingenio atómico fue soltado, y el B-29 se apresuró a alejarse. Aunque el
número de víctimas fue menor que en Hiroshima (unos 24.000 muertos y 43.000
heridos) las destrucciones y los sufrimientos fueron los mismos. Además la bomba
de Nagasaki fue finalmente reconocida como lo que era, pues ya no era posible
cerrar los ojos ante el horror criminal provocado por los Aliados. Todo estaba a
la vista.
Posteriormente al
lanzamiento de la bomba atómica muchos morirían con los años, debido a la
contaminación atómica, terminando con sus cuerpos llenos de pústulas que reventaban en
forma acelerada. Las personas que se hallaban más cerca de donde cayeron las
bombas desaparecieron, dejando sombras carbonizadas. Muchas de las que al principio
sobrevivieron, murieron después a causa de las radiaciones que destruían sus cuerpos
célula a célula. Dosis de radiación menores provocaron cáncer y defectos genéticos.
Sólo en Hiroshima la bomba causó unas 140.000 muertes en años posteriores.
Dos días después
de Hiroshima la U.R.S.S. invadió Manchuria. El 15 de agosto el Emperador Hirohito
anunció la aceptación de las condiciones de los norteamericanos. No en vano, el
presidente norteamericano Harry Salomón Truman se jactó diciendo:
HACE
16 HORAS QUE UN AVIÓN ESTADOUNIDENSE HA LANZADO UNA BOMBA SOBRE HIROSHIMA
SI AHORA
NO ACEPTAN NUESTRAS CONDICIONES, LES ESPERA UN DILUVIO DE DESTRUCCIÓN COMO JAMÁS SE HA
VISTO.
PARA EE.UU.
NO HUBO NÜREMBERG
La bomba atómica
fue utilizada en Hiroshima y Nagasaki debido a que sus efectos sólo serían considerables
donde hubiese un gran conglomerado de personas.
El 27 de abril, tres
días antes de la muerte de Hitler, quedó lista en Oslo, Noruega, una escuadrilla de
grandes bombardeos Heinkel, que eventualmente pudo utilizarse para lanzar la atómica,
pero en ese momento Berlín se hallaba envuelta en llamas, a punto de caer totalmente y no
podía evitarse ya la ocupación completa del Reich.
Sin embargo,
pese a todas estas atrocidades, no hubo ningún Nüremberg para los verdaderos genocidas
de la humanidad. Ni para el rey lacayo de los sionistas, ni para la Masonería de
Inglaterra, ni para Churchill y menos para Harry Salomón Truman, encargado éste del
mayor genocidio a las dos únicas ciudades católicas del Japón: Hiroshima y Nagasaki.
-
PerfilesEl "genio"
Alberto Einstein, un ser despreciable,
verdadero autor intelectual del genocidio
Siempre
ha tratado de presentarse la imagen del científico Alberto Einstein como modelo de
"genialidad" y como símbolo del progreso de la civilización. La realidad sobre
este siniestro personaje estuvo muy lejos de esta visión idílica creada por la
propaganda. En términos de su vida particular, fue sencillamente un ser despreciable: dio
a su hija en adopción, se deshizo de su hijo Eduard, que era enfermo mental, en un
psiquiátrico de Suiza, maltrató a sus otros hijos y abandonó a su familia. Sus famosas
"teorías" surgieron de robos sobre proyectos ajenos, y éste es un tema sobre
el que nos extenderemos próximamente.
Pero
vayamos al centro de la nota que nos ocupa: en vehementes cartas dirigidas al presidente
Roosevelt, una fechada el 2 de agosto de 1939 y otra del 7 de marzo de 1940, Einstein
solicitaba lisa y llanamente el uso de la bomba atómica por parte de Estados Unidos. Su
odio hacia Alemania y los países del Eje era inmenso, era un autodeclarado sionista
fanático, y cuando en el año 1921 asistió a la convención sionista de Nueva York,
proclamó ante cien mil correligionarios lo siguiente: "Mein Führer ist Cain
Weizmann. Folge Ihn Habe Gesprochen" ("Mi guía es Cain Weizmann. Síganlo. He
dicho"). El mismo Einstein se encargó de aclarar siempre que su nacimiento en
Alemania (que él aborrecía con todas sus fuerzas) era anecdótico, veamos sino esta
descarnada declaración suya: "no he pertenecido nunca a mi país (Alemania), ni a mi
propia casa, ni a mis amigos, ni a mi familia, sino tan solo a la causa sionista".
Todo ello lo demostraría, además, no sólo por su mencionada actitud familiar, sino
también por sus cuatro cambios de nacionalidades, según las conveniencias del momento.
"El
proyecto Manhattan sería el encargado a principios de los años 40 de llevar a cabo la
construcción de las primeras bombas atómicas durante la Segunda Guerra Mundial, bajo el
mandato del presidente Roosevelt en Estados Unidos."
"Hoppenheimer
y Ferni serían dos de las figuras de primerísima fila en el proyecto. Todos sabemos lo
que ocurrió después. Hiroschima y Nagasaki eran virtualmente destruídas y con esa
destrucción quedaba inaugurada la era atómica del siglo XX."
"Pero
no todo fue fácil hasta llegar a aquel instante . Momentos hubo de indecisión,
parálisis o pérdidas de tiempo. Y fue en ellos precisamente donde la figura de Albert
Einstein jugaría un papel definitivo. Viendo que los progresos sobre la construcción de
la bomba iban lentos, los científicos Wigner, Szlidard y Teller, los tres al servicio del
poder americano, pidieron a Einstein, que ya gozaba por aquellos años de un manifiesto
prestigio internacional, que éste escribiera al presidente Roosevelt instándole a apoyar
sin paliativos las investigaciones para el desarrollo de la bomba dotando de los medios
necesarios."
"El
texto de la carta que Einstein escribiera y que le fuera entregada en mano a Roosevelt el
11 de octubre de 1939 decía: "...en el curso de los últimos cuatro meses se ha
hecho patente mediante el trabajo de Joliot en Francia, así como de Ferni y Szilard en
América, que pueden establecerse reacciones en cadena en una gran masa de uranio, de
forma que podrían generarse vastas cantidades de energía... Este nuevo fenómeno podría
conducir también a la construcción de bombas extremadamente poderosas de una nueva
clase. Un solo artefacto de este tipo, que hiciese explosión en un puerto, podría
destruírlo completamente...""
"Como
todos sabemos, la guerra en Europa terminó antes de que las bombas estuvieran listas,
pero quedaron preparadas para ser lanzadas contra el Japón. Sus efectos devastadores
fueron de todos conocidos. Y de tales efectos, se sabe que Einstein se llegó a sentir
responsable directo". (Revista Milenio)
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HÉCTOR
JAIME
(Informe Especial que fuera publicado por la revista Libertad de Opinión -
agosto 1999)
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* Se autoriza la reproducción
total o parcial de esta nota siempre que se cite la fuente
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