¿Usted se acuerda de la primera
vez que habló desde un celular ? ¿No fue lo máximo ? Hoy el celular es rutina. Es parte
de nuestras vidas y nadie más le da tanta importancia. El trato diario con el celular
banalizó ese aparatito fantástico.
Una vez escribí un artículo sobre
una experiencia que tuve en un hospital cuando un médico, friamente, me comunicó que mi
vecino habia muerto. Nunca me conformé con aquella frialdad demostrada por el
profesional. Después, reflexioné que lo que era novedad para mí, era rutina para aquel
médico. El trato diario con el dolor banalizó las tragedias.
Hubo un tiempo en que los
asesinatos, violaciones y secuestros eran tratados como escándalos. Hoy, son noticias
comunes. Hasta mismo esperadas. Nadie más se espanta. El trato diario con las tragedias
banalizó la violencia.
¿Y las peleas en las canchas de fútbol?
¿Y los niños abandonados en las calles ? ¿Y la corrupción en la administración
pública ?
Es así que las personas funcionan.
Por más incómoda que sea la situación, al estar en contacto frecuentemente con ella,
creamos familiaridad con la misma. Y la familiaridad, banaliza. Y aquello que algun dia
fue un escándalo, se convierte en "normal".
Pues lo que tengo visto en Brasil es
exactamente eso. La banalización generalizada en sectores importantes, terminando por
matar nuestro sentido de indignación. Preferimos reir a indignarnos.
Agarrar a un tipo con dolares
-producto de coimas- en el calzoncillo; después a otro con 7 valijas repletas de dolares;
después al Sr. Valerio sacando de su cuenta bancaria más de mil millones de reales. Los
"lugartenientes" de Lula envueltos en los peores casos de corrupción de la
historia brasilera. El mismísimo hijo de Lula envuelto en un caso de tráfico de
influencia. Y así va. Y vamos tratando la corrupción como algo "normal". Y
decimos resignados: "Ah, Brasil es así...."
Y ahí cuando un tipo -cansado de
aguantar- hace un escándalo con el cajero del banco por haber esperado en la fila casi
una hora para pagar una cuenta, lo censuramos por "escandaloso". No se puede
creer....
El brasileño debería aprender
nuevamente a escandalizarse. Deberíamos escandalizarnos por todo lo que nos molesta. Y la
corrupción debería nuevamente molestarnos. Como antes. Escandalizarnos. Y el escándalo
se convierte en grito. Y el grito se convierte en movilización. Y la movilización se
convierte en acción. Modificamos nuestro comportamiento para modificar al Brasil.
Pues aquí va mi recomendación:
Antes de "tomarlo con soda", o de conformarse o de levantar los hombros en
señal de "¿qué puedo hacer?", antes de eso.... ¡ESCANDALÍCESE!
Apenas escandalícese.
Silenciosamente. Allá, en el fondo del alma. Sienta aquel gusto extraño en la boca. El
corazón latiendo fuerte. La furia tomando cuenta de su cuerpo. La rabia acumulandose. Y
para desahogarse....¡¡¡GRITE !!!
Quien esté cerca suyo pensará que
usted es loco. No se caliente. Es así que comienza...
Walter Romero
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