-
INFORME DE JACK DE REINE
Representante oficial del Comité de la Cruz Roja Internacional
(publicado originalmente en francés)
-
Sábado,
día 10 de abril después del mediodía, recibí una llamada telefónica de los árabes
pidiendo socorro, precisaban de mi presencia de forma inmediata en Der Yassin diciendo que
se estaba cometiendo una carnicería total contra el pueblo. Se me informo más tarde de que unos
extremistas de la banda Irgun, eran los autores de esta acción. La Agencia Judía y la
Haganá dijeron que ellos no sabían nada sobre la cuestión, y que por otra parte, era
casi imposible franquear la zona donde estaban las fuerzas del Irgun. Me pidieron que no
participara en esta cuestión, ya que corría gran peligro si me desplazaba hasta la zona. |
|
No solo rechazaban ayudarme, es más,
ellos no se hacían responsables de lo que seguramente me podía ocurrir. Yo respondí que
me iba de todos modos. Esta nefasta agencia ejerce su poder sobre todos sectores que
están bajo control judío, y debería de responsabilizarse de mi seguridad mientras hago
mi trabajo en dichos sectores.
En realidad no sabía qué hacer,
sin el apoyo de los judíos es prácticamente imposible llegar hasta ese pueblo. Después
de pensarlo mucho me acordé de una enfermera judía que trabajaba en un hospital y que me
había pedido con anterioridad que la llevara allí; me había dado su teléfono y me
había dicho que la podía llamar si era necesario, así que la llamé, ya a ultima hora
de la tarde, y le conté lo que pasaba. Acordamos quedar en un sitio al día siguiente a
las siete de la mañana donde me esperaría una persona, y que yo acudiría en mi coche
particular.
Al día siguiente y exactamente a
la hora acordada, apareció un individuo con ropa civil, pero llevaba una pistola; se
introdujo en mi coche de un salto y me pidió que condujera sin parar, hablamos y aceptó
indicarme el camino de Der Yassin, pero me comunicó que él no podía hacer más y me
dejó solo. Salí a las afueras de Jerusalén, dejé la carretera principal junto al último
puesto militar y seguí por un camino que cruzaba. Al poco tiempo se me ordenó parar por
dos soldados armados.
Comprendí de ellos que tenía que
apearme para ser cacheado, después, uno de ellos me ha hecho comprender que soy su
prisionero, pero el otro me cogió de la mano, no sabía ni inglés ni francés, pero en
alemán pudimos entendernos; me contó que era feliz por ver a uno de la Cruz Roja por
aquí, que él había sido prisionero en Alemania, y que le debe la vida a la delegación
de la Cruz Roja que intervino para salvarle. Me dijo que para él, yo era más que un
hermano, que haría todo lo que yo le pidiera. "Vamos a Der Yassin entonces", le
dije.
Llegamos a una distancia de 500
metros del pueblo, y tuvimos que esperar un largo tiempo para obtener un permiso de
entrada; cada vez que se intentaba cruzar hacia el lado judío se exponía uno al fuego de
los árabes, y los del Irgun tampoco querían facilitar las cosas; finalmente se me
acercó un hombre del Irgun, tenia una mirada fría, muy dura y extraña. Le dije que
estaba en un acto humanitario, que no pretendía hacer una investigación, solo quería
ayudar a los heridos y contar los muertos, les expliqué que los judíos firmaron los Convenios
de Ginebra, así que estoy en una misión oficial. Esta frase ultima le enfureció, me
dijo que aquí solo mandaba el Irgun y nadie más, ni siquiera la Agencia Judía. El
hombre que me guió al escuchar el alboroto intervino. Después, me dijo el oficial que
podía hacer lo creyera conveniente, pero bajo mi propia responsabilidad. Me contó la
historia de ese desgraciado pueblo, que según él lo habitaban 400 árabes, que vivían
siempre desarmados, convivían bien con los judíos que les rodeaban, todo esto siempre
según ese oficial. Pero llegaron los del Irgun hace 24 horas y ordenaron con la
megafonía a todos los habitantes evacuar el pueblo y rendirse. Quince minutos después
del escueto aviso, algunas personas salieron y fueron tomadas como prisioneros, acto
seguido, empezaron a disparar hacia las líneas árabes, el resto que no obedeció las
ordenes se enfrentó a su suerte. "Pero no hay que exagerar solo hay algunos muertos,
que nada más terminemos de las operaciones de limpieza del pueblo los vamos a enterrar".
Esta historia del oficial me ha
causado escalofríos, decidí volver a Jerusalén para buscar un camión o una ambulancia,
lo hice y llegué con mi pequeña caravana, entonces de la parte árabe ya no se
disparaba. Vi a fuerzas judías con uniformes iguales todos, entre ellos pequeños,
adolescentes, hombres y mujeres armados con muchas pistolas, ametralladoras, bombas y
grandes cuchillos. Vi a una pequeña muchacha con ojos muy criminales, vi su arma goteando
sangre, y llevaba el cuchillo como si de una medalla se tratara. Ese era el equipo de
limpieza, que seguramente ha llevado a cabo la tarea de una manera muy satisfactoria.
Intenté entrar en uno de los
edificios, me rodeaban 10 soldados, dirigían sus armas hacía mi, el oficial me prohibió
entrar en aquel sitio, dijo que ellos se encargarían de sacar los cadáveres hasta donde
estoy. Me puse nervioso y expresé a esos criminales lo mal que me sentía a raíz de su
comportamiento, que no aguantaba mas y empecé a empujarlos. Finalmente pude entrar.
La primera habitación estaba a
oscuras, desordenada y no había nadie; en la segunda encontré entre mantas y muebles
destrozados cadáveres fríos, se les había ametrallado después de tirar alguna que otra
granada, y finalmente se les apagó el resto de vida a base de cuchillo.
Lo mismo ocurría en la siguiente,
pero cuando me dispuse a salir, pude oír algo como un quejido, empecé a buscar en todas
partes y tropecé con un pie pequeño que aun estaba caliente, era una niña de 10 años,
estaba herida de gravedad por una granada, pero aún vivía. Quise llevármela conmigo
pero el oficial se interpuso y cerró la puerta de salida, le empujé y con la ayuda del
soldado que estuvo prisionero en Alemania salí con mi trofeo.
Los coches ambulancia partieron
totalmente cargados y con orden de vuelta al lugar. Animado por el hecho de que no se
atrevían a atacarme directamente, decidí que había que continuar.
Di ordenes para cargar unos
camiones con los cadáveres que había encontrado, luego seguí entre las demás casas, y
en cada una se repetía aquella terrible escena. Solo encontré dos personas vivas, dos
mujeres, una de ellas una anciana que se escondió durante las 24 horas pasadas sin un
solo movimiento.
Se encontraban 400 personas en el
pueblo, 50 se escaparon de la carnicería, tres supervivieron a la carnicería, el resto
fue degollado y tiroteado según ordenes de los jefes de la milicia, de la cual hay que
resaltar su disciplina a la hora de acatar ordenes.
Volví a Jerusalén, me enzarcé
con los de la Agencia Judía por no poder controlar, según ellos, a los 150 mujeres y
hombres responsables de la matanza.
Fui a ver a los árabes, no conté
nada de lo que vi, pero les dije que después de una visita relámpago al lugar pude
constatar que había algunos muertos, me limité a preguntarles cómo podía enterrarlos y
dónde. Me pidieron que fuese en un lugar que se pudiese distinguir fácilmente, así lo
prometí. Pero al volver a Der Yassin, los del Irgun estaban muy ariscos e intentaron
impedir que me acercara al lugar y entendí rápidamente el por qué después de ver cuántos
muertos había y el estado lamentable de los cadáveres, que estaban ya fuera de las casas,
tendidos sobre las aceras de la calle principal. Pedí con determinación ser yo el que
los enterrase; después de una discusión, empezaron a cavar una gran fosa en un pequeño
jardín, era imposible verificar la identidad de los muertos, no llevaban palpes, pero les
describí con todo los detalles, estimando las edades.
Dos días después, se esfumaron
los del Irgun del lugar y fueron reemplazados por el Haganá, y descubrimos varios lugares
donde se acumuló sin ningún respeto otros cadáveres al aire libre.
Dos hombres con portes respetables
aparecieron en mi despacho, era el líder del Irgun y su ayudante, llevaban un texto que
querían que yo se lo firmase, rezaba que había conseguido de ellos todo tipo de ayuda
para hacer mi tarea, y finalmente que yo les agradecía su colaboración conmigo.
No dudé en discutirles lo que me
pedían, y me dijeron que si me importaba algo mi vida, tenia que firmar el texto de
inmediato.-
Informe de Jack de Reine
Delegado de la Cruz Roja Internacional
- - -
|